Nacido en Buenos Aires, Argentina, Claudio Freidzon ha dejado una huella imborrable en el mundo de la música cristiana y el liderazgo espiritual. Desde una temprana edad, demostró un notable interés por la música y la devoción religiosa. Su vida y carrera han sido una apasionante travesía llena de logros, desafíos y una profunda dedicación a su fe.
Claudio Freidzon nació el 19 de septiembre de 1955 en un hogar argentino de profundas raíces cristianas. Durante su infancia, mostró un gran talento musical, componiendo y tocando en su iglesia local. Estos primeros años estuvieron marcados por una búsqueda constante de su propósito espiritual y un deseo ferviente de servir a Dios a través de la música.
En su adolescencia, Claudio sintió un fuerte llamado al ministerio pastoral. Inspirado por líderes religiosos de la época, decidió dedicar su vida a predicar, enseñar y utilizar su talento musical como herramienta para compartir el mensaje cristiano. Eventualmente, se formó en teología y liderazgo pastoral, consolidando los cimientos de su futura carrera.
En 1986, Claudio Freidzon junto con su esposa, Betty Freidzon, fundaron la Iglesia Rey de Reyes en Buenos Aires. Este sería el inicio de un ministerio que impactaría no solo a Argentina, sino también al mundo de habla hispana. La iglesia rápidamente creció en miembros y en influencia, convirtiéndose en un faro de la predicación contemporánea y la adoración musical.
E lungo il Tevere che andava lento lento
noi ci perdemmo dentro il rosso di un tramonto
fino a gridare i nostri nomi contro il vento
tu fai sul serio o no...
Tra un walzer pazzo cominciato un po' per caso
tra le tue smorfie e le mie dita dentro il naso
noi due inciampammo contro un bacio all'improvviso
è troppo bello per essere vero, per essere vero, per essere vero...
Amore mio,
ma che gli hai fatto tu a quest'aria che respiro
e come fai a starmi dentro ogni pensiero
giuralo ancora che tu esisti per davvero
Amore mio,
ma che che cos'hai tu di diverso dalla gente
di fronte a te che sei per me così importante
tutto l'amore che io posso è proprio niente...
E dopo aver riempito il cielo di parole
comprammo il pane appena cotto e nacque il sole
che ci sorprese addormentati sulle scale
la mano nella mano...