En el vibrante y efervescente barrio de San Telmo en Buenos Aires, Argentina, surgió en 1989 una agrupación musical que rompería con todas las normas establecidas del entonces panorama musical. La Concentración nació de la mente inquieta de Claudio "El Maestro" Mendoza, un talentoso guitarrista y letrista conocido por su capacidad para captar la esencia de la vida urbana en sus canciones. Junto a él, se unieron Martina Romero en el bajo, Fabián "El Pulpo" Díaz en la batería y Lucía Fernández como vocalista principal.
El grupo empezó tocando en pequeños cafés y bares de Buenos Aires, ganando rápidamente seguidores gracias a su mezcla única de géneros que incluía rock, tango y toques de música electrónica, una combinación inusual para la época. Las influencias variadas de cada miembro contribuyeron a crear un sonido distintivo e inconfundible. Su primer álbum, "Euforia Urbana", lanzado en 1991, fue un éxito entre la crítica especializada aunque no fue un gran éxito comercial en un principio.
A pesar del tibio inicio, el grupo siguió perseverando, y en 1993 lograron su primer gran éxito con el sencillo "Alma de la Calle". La canción, que narraba las vivencias y desventuras de un joven en un entorno urbano hostil, resonó profundamente con una amplia audiencia. Este sencillo permitió al grupo ingresar en la programación de las principales estaciones de radio de Argentina y les valió su primer disco de oro.
Uno de los aspectos
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(Fragmento de la obra de teatro "Bodas de sangre" de Federico García Lorca)
Nana, niño, nana
del caballo grande
que no quiso el agua.
El agua era negra
dentro de las ramas.
Cuando llega al puente
se detiene y canta.
¿Quién dirá, mi niño,
lo que tiene el agua
con su larga cola
por su verde sala?
Duérmete, clavel,
que el caballo no quiere beber.
Duérmete, rosal,
que el caballo se pone a llorar.
Las patas heridas,
las crines heladas,
dentro de los ojos
un puñal de plata.
Bajaban al río.
¡Ay, cómo bajaban!
La sangre corría
más fuerte que el agua.
Duérmete, clavel,
que el caballo no quiere beber.
Duérmete, rosal,
que el caballo se pone a llorar.
No quiso tocar
la orilla mojada,
su belfo caliente
con moscas de plata.
A los montes duros
solo relinchaba
con el río muerto
sobre la garganta.
¡Ay caballo grande
que no quiso el agua!
¡Ay dolor de nieve,
caballo del alba!
¡No vengas! Detente,
cierra la ventana
con rama de sueños
y sueño de ramas.
Mi niño se duerme
Mi niño se calla.
Caballo, mi niño
tiene una almohada.
Su cuna de acero.
Su colcha de holanda.
Nana, niño, nana
¡Ay caballo grande
que no quiso el agua!
¡No vengas, no entres!
Vete a la montaña.
Por los valles grises
donde está la jaca
Mi niño se duerme
Mi niño descansa.
Duérmete, clavel,
que el caballo no quiere beber.
Duérmete, rosal,
que el caballo se pone a llorar.