Lázaro Caballero Moreno nació en el corazón del Chaco, en una pequeña localidad conocida como La Leonesa, el 11 de febrero de 1985. Desde muy joven, estuvo inmerso en la riqueza cultural que caracteriza a esta región del norte de Argentina. Su infancia estuvo marcada por las sonoridades de la música folclórica, que resonaban en cada celebración, en cada esquina de su hogar, donde la guitarra y el bombo legüero eran protagonistas indiscutibles.
Hijo de un reconocido guitarrista y una apasionada cantora, Lázaro tuvo el privilegio de crecer rodeado de un entorno musical único. Su padre, Manuel Caballero, era un talentoso intérprete que tocaba en las peñas locales y su madre, Marta Moreno, no solo cantaba sino que también enseñaba a los niños del barrio a apreciar las raíces culturales del lugar. Este ambiente familiar fue el caldo de cultivo perfecto para que el joven Lázaro desarrollara sus dotes artísticas.
A los 10 años, Lázaro ya demostraba una habilidad excepcional con la guitarra. Participó en su primera actuación en público durante la Fiesta Nacional del Queso en General San Martín, y desde entonces, no ha dejado de estar en el escenario. Su adolescencia estuvo dedicada a perfeccionar su técnica y a impregnarse de las historias y leyendas que forman parte del folclore chaqueño.
En sus años de secundaria, Lázaro formó parte de varios grupos de música folclórica, tales como
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La rana ahogada
Dos hileras nomás,
pa que puedan bailar,
no se vaya a olvidar,
que en la vuelta falta un compás.
En mi pago nació,
dueña de ese lugar,
lleva puesto en su andar,
todos los cueros pa' montiar.
Arisca pa' la luz,
de noche sabe andar,
para verlo al amor,
sus candiles alumbrarán.
Lindo grito se oyó,
desde la oscuridad,
vale un trago señor,
costumbres que no morirán.
Hoy mis tiempos dirán,
en alguna ciudad,
tiempo que ha de llorar,
un criollo si no vuelve más.
La criollita grito,
tócamelo otra vez,
y en medio del tierral,
dicha y amor pechándose.
Con los gallos vendrán,
las palabras de amor,
no lo dejen dormir,
al mocito del acordeón.
Lindo, grito se oyó.
desde la oscuridad,
vale un trago señor,
costumbres que no morirán.