Dónde está la nube
¡Y de repente, comenzó a llover!
No había ni una sola nube ahí arriba, pero habían gotas en el cristal del coche. Lo arrancamos, proponiéndonos a averiguar de dónde venía la lluvia.
Las gotas corrían despacio, pero de forma constante. Esa nube no podía andar muy lejos.
Arrimé mi dedo al cristal para seguir el rumbo de alguna gota poéticamente, para poder acompañarla en su caída, y mi dedo se mojó. Resulta que... yo era esa nube.