Wilmar Ayala nació en el corazón de la ciudad de Medellín, Colombia, en un caluroso día de agosto de 1985. Desde muy joven, mostró un interés innato por la música, influenciado por las melodías que su padre, un guitarrista aficionado, tocaba en casa. Sus primeros encuentros con la música se dieron en reuniones familiares, donde su voz empezaba a destacar entre las conversaciones y risas.
El talento de Wilmar no pasó desapercibido. A los 10 años, sus padres decidieron inscribirlo en clases de canto y guitarra, reconociendo en él un potencial que merecía ser desarrollado. Aquellos primeros años de formación le permitieron adquirir habilidades técnicas esenciales y, más importante aún, encender una pasión inagotable por la música.
A los 18 años, Wilmar Ayala decidió seguir su sueño y se mudó a Bogotá, la vibrante capital de Colombia, en busca de mayores oportunidades. En la ciudad, comenzó a tocar en bares y cafés, donde su estilo único y su capacidad para emocionar al público lo fueron haciendo cada vez más conocido. Sus presentaciones no tardaron en atraer la atención de productores y músicos establecidos.
Consolidado en Colombia, Wilmar Ayala comenzó a conquistar
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Desamor
Wílmar Ayála,
La voz de oro,
Yo no me comporto y a veces
hasta mi mismo sentimiento
yo no lo soporto
y el tiempo se hace tan corto
para definir quien eres, como persona
es que se cruza el sentimiento
y la cabeza no razona
es como si pensaran dos personas a la vez
me siento nadando en contra
la corriente como un pez
y siempre existe, un lapíz y una libreta,
pero no hay quien ponga pieza
en este rompe cabezas,
en el amor nunca he sido un experto
y lo confíenzo y hasta el sol de hoy
me pregunto porque sigo ileso
si me han tirado, me han decepsionado
y se han ido cuando juraron
estar siempre a mi lado
tal vez sea el karma
o tal vez eso no exista
simplemente que hay, prioridades
en una lista, el que tenga mejor carro
el que tenga mejor ropa
el que tenga mejor brazo
que en la noche ella lo arópa,
que me quieren, que me odian
que me dicen que me aman
que me extrañan que me piensan
que me lloran y disparan
me recogen me levantan
me arrollan y me sostienen
luego dicen que acelere
ahora me dicen que frene
Wílmar Ayála, la humildad
no se vende ni se regala
porque voy a subir, disparado
como una bala, blam blam.
El karma la deriva
ya no hay quien escriba
un poeta sin palabra
un laberinto sin salida
un abogado sin ningún
tipo de fundamento
un maestro sin arena
para hacer mezcla
para el cemento
que ha sido de mi vida
un coronel en despedida
le dijiste adios al mejor
hombre de tu vida,
y Dios me dice hijo
te acuerdas lo que me pediste
arrodillado en aquel día,
me dijiste que querías
una dama una doncella
toda una princesa, una mujer bella,
temerosa a otra cosa que
cuando la otras nenas la vieran
en la calle se sintieran
envidiosas
y yo la aparte porque ese
no era tu destino
pero tu te encargas de poner
piedras en tu camino
hijo y esto no es para que tomes vino
para eso yo estoy aquí
para ser luz en tu camino
y esa es mi voluntad
yo solo quiero lo mejor para ti
por eso no te pongas triste
que yo estoy aquí
soy tu escudo fortaleza
el paño de tu tristeza
así que tranquilito pana
con delicadeza.