Hablar de Los Piojos es sumergirse en la historia del rock argentino. Este grupo emblemático no solo marcó una época, sino que también dejó una huella imborrable en la cultura musical de Argentina. Con una mezcla única de ritmos, letras intensas y un carisma inigualable, supieron conquistar los corazones de miles de seguidores. A continuación, un recorrido completo por la trayectoria de esta banda extraordinaria.
Los Piojos surgieron en El Palomar, una localidad de Buenos Aires, en 1988. La banda fue fundada por Ciro Pertusi en la voz, Dani Buira en la batería, Gabi Jolivet en la guitarra, Picho Lorenzo en los teclados y Rubi Langlois en el bajo. La unión se formó en una época en la que la escena del rock argentino vivía una etapa de efervescencia.
Desde el principio, Los Piojos supieron diferenciarse por su estilo único, una fusión de rock, blues, tango y folklore. Sus primeras presentaciones en bares y pequeños locales rápidamente atrajeron la atención de un público que buscaba algo nuevo y fresco.
En 1992, la banda lanzó su primer álbum, “Chactuchac”. Este disco presentó temas que se convertirían en clásicos como “El Farolito” y “Babilonia”. Con este trabajo, Los Piojos comenzaron a ganarse un lugar en la escena musical argentina, presentándose en lugares más grandes y consiguiendo una mayor repercusión en los medios.
Por más que quieras sacarnos de nuestro lugar
y pienses que solo somos un puñado de idiotas
no no podras quitarnos lo que hicimos ya
ahora somos más hermanos que antes
Ya no podras mirarnos a los ojos más
nosotros somos amigos, vos que solo estás
por más que quieras tapar toda nuestra voz,
nunca podras callar esta canción
(oh . . . oh . . . oh . . . )
Y si después no crees lo que te estoy diciendo
mira mis pies bailando al son de este ritmo
voy a vestirme de traje aunque me vea mal
voy a saltar toda la noche sin parar de silvar
está lloviendo pero yo no voy a mojar
mis amigos me cubren cuando voy a llorar
por más que quieras tapar toda nuestra voz
nunca podras callar esta canción.
(oh . . . oh . . . oh . . .)