Sumo emergió en la escena musical argentina en la década de los 80, pero sus raíces se remontan un poco más atrás, con la llegada de su carismático líder, Luca Prodan. Nacido en Roma en 1953, Prodan vivió en Londres antes de trasladarse a Hurlingham, Argentina, escapando de la adicción a la heroína y en busca de un lugar más pacífico para vivir.
En 1981, junto con Germán Daffunchio y Alejandro Sokol, Luca fundó Sumo. La banda rápidamente se destacó por su estilo irreverente y su mezcla única de rock, reggae y post-punk. Integrada por músicos talentosos como Ricardo Mollo, Diego Arnedo y Roberto Pettinato, la agrupación se caracterizó por sus letras en inglés y español, lo que les permitió alcanzar una audiencia diversa.
El primer álbum de la banda, "Divididos por la felicidad", lanzado en 1985, marcó un punto de inflexión. Con temas como "La rubia tarada" y "Mejor no hablar de ciertas cosas", el disco abordó temáticas sociales y políticas con una crudeza y humor únicos. Los seguidores de Sumo se sintieron identificados con sus letras directas y su música ecléctica.
En 1986, publicaron su segundo álbum "Llegando los monos", consolidando su lugar en la historia del rock nacional. Canciones como "Los viejos vinagres" y "El ojo blindado" se convirtieron en himnos populares, mientras su enérgica y cruda puesta en escena en vivo ganaba miles de admiradores en todo el país.
La noche es fría sin tu compañía
Un lamento sin fin son mis palabras
Alma en pena me he vuelto
Esperando oír tus pasos
El silencio es eco en las paredes
De este sepulcro que me cubre
Entre sombras, la muerte me acompaña
Enmudecida de versos infinitos
Palabras que ya no escribiré
Al ritmo de mi corazón
Que también se ha secado en la espera
Como un gorrión dormido en su lecho
Hoy el invierno es eterna osamenta del tiempo
Mortaja oscura que enmudece mis labios
Enmienda del destino que nos aparta
Para perecer en el olvido de un sepulcro
El silencio es eco en las paredes
De este sepulcro que me cubre
Entre sombras, la muerte me acompaña
Enmudecida de versos infinitos
Palabras que ya no escribiré
Al ritmo de mi corazón
Que también se ha secado en la espera
Como un gorrión dormido en su lecho