Daniel Doroteo de los Santos Betancourt, conocido artísticamente como Daniel Santos, nació el 6 de junio de 1916 en la ciudad de San Juan, Puerto Rico. Criado en un ambiente humilde, Daniel desde muy pequeño mostró una inclinación natural hacia la música. Tras la temprana muerte de su padre, Daniel y su familia enfrentaron muchas dificultades. Sin embargo, estas adversidades no pudieron apagar el espíritu indomable y el talento innato del joven Daniel.
En 1934, a los 18 años, Daniel emigró junto a su familia a Nueva York, en búsqueda de mejores oportunidades. En la Gran Manzana, un lugar vibrante y lleno de oportunidades, Daniel comenzó a trabajar en diversos oficios, pero nunca dejó de lado su amor por la música. Fue en esta época cuando empezó a frecuentar clubes y bares llenos de ritmos caribeños y latinoamericanos.
El verdadero inicio de su carrera artística se dio en 1938, cuando Daniel Santos se unió al famoso Cuarteto Flores. Este grupo, liderado por Pedro Flores, un aclamado compositor puertorriqueño, le dio a Daniel la plataforma perfecta para mostrar su voz única, cargada de emoción y caracterizada por su distintivo timbre nasal.
Durante su tiempo con el Cuarteto Flores, Daniel interpretó algunas de las canciones más emblemáticas del repertorio latinoamericano, como "Perdón" y "Despedida". Estas interpretaciones no solo consolidaron su fama en Puerto Rico y Nueva York, sino que también le abrieron las puertas
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En un tétrico hospital donde se hallaba internado
Casi agónico y rodeado de un silencio sepulcral
Con su ternura habitual, la que siempre demostró
Quizá con esfuerzo no, desde su lecho sombrío
Un enfermo amigo mío esta carta me escribió
Querido amigo quisiera que al recibir la presente
Te halles bien y que la suerte te acompañe por doquiera
Por mi parte y mal pudiera, decirte que estoy mejor
Al contarte mi dolor postrado en mi lecho yerto
Ya soy un pobre esqueleto que a mí mismo me da horror
La carta es para decirte que si podés algún día
Vení a hacerme compañía vos que tanto me quisiste
Que estoy tan solo y tan triste que lloro sin contenerme
Ya nadie suele quererme, todos se muestran impíos
De tantos amigos míos ninguno ha venido a verme
Hoy te concedo razón, pues veo en mi soledad
Que esa llamada amistad es tan solo una ilusión
Cuando uno está en condición tiene amigos a granel
Pero si el destino cruel hacia un abismo nos tira
Se ve que todo es mentira y que no hay amigo fiel
Bueno aquí yo me despido, y al poner punto final
Recibe un abrazo leal de quien siempre te ha querido
Y a tu mamá que no olvido también mis recuerdos dale
Mucha devoción mostrale y de caricias colmala
Vos que la tenés cuidala, si supieras cuánto vale
Llegó el domingo y ansioso por aquel amigo leal
Penetré en el hospital pensativo y temeroso
Me dirigí silencioso al lugar donde sabía
Que su lecho encontraría, más allá no lo encontré
Y asombrado me quedé al ver su cama vacía