La Hija del Mariachi es mucho más que un simple grupo musical; es el reflejo perfecto del folclore mexicano y un verdadero embajador de sus tradiciones. Desde su formación, ha encantado a audiencias alrededor del mundo con su poderosa interpretación de música ranchera y mariachi.
La leyenda de La Hija del Mariachi comienza en la vibrante capital de México, Ciudad de México, durante los primeros años del siglo XXI. Liderado por la carismática y talentosa cantante Victoria López, el grupo se formó con una misión clara: reavivar el amor por la música tradicional mexicana y llevar esos sonidos icónicos más allá de las fronteras nacionales.
En sus inicios, La Hija del Mariachi se presentó en bares y pequeños escenarios de la ciudad, ganando rápidamente seguidores gracias a su estilo auténtico y emotivo. El grupo estaba compuesto por músicos excepcionales que compartían la misma pasión y dedicación por la música ranchera.
Su gran oportunidad llegó con la participación en un popular programa de televisión, donde su interpretación de clásicos como "Cielito Lindo" y "El Rey" impresionó tanto al público como a los críticos. Este salto a la fama les permitió grabar su primer álbum, que fue un éxito de ventas y consolidó su reputación como uno de los grupos más prometedores en la escena musical mexicana.
Con el paso del tiempo, La Hija del Mariachi comenzó a realizar giras internacionales, destacándose especialmente en Estados
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Sombras
Quisiera abrir lentamente mis venas,
mi sangre toda verterla a tus pies,
para poderte demostrar
que más no puedo amar
y entonces morir después.
Y sin embargo tus ojos azules,
azul que tienen el cielo y el mar,
viven cerrados para mí
sin ver que estoy aquí
perdida en mi soledad.
Sombras nada más
acariciando mis manos,
sombras nada más
en el temblor de mi voz.
Pude ser feliz
y estoy en vida muriendo
y entre lágrimas viviendo
el paisaje más horrendo
de este drama sin final.
Sombras nada más
entre tu vida y mi vida,
sombras nada más
entre tu amor y mi amor.
Qué breve fue tu presencia en mi hastío,
qué tibias fueron tus manos, tu voz;
como luciérnaga llegó tu luz
y disipó las sombras de mi rincón.
Y yo quedé como un duende temblando
sin el azul de tus ojos de mar
que se han cerrado para mí
sin ver que estoy aquí
perdida en mi soledad.
Sombras nada más
acariciando mis manos,
sombras nada más
en el temblor de mi voz.
Pude ser feliz
y estoy en vida muriendo
y entre lágrimas viviendo
el paisaje más horrendo
de este drama sin final.
Sombras nada más
entre tu vida y mi vida,
sombras nada más
entre tu amor y mi amor.