Oda a la Nefelia (Toma Dos)
Y entre penas y silencios esquivos,
siempre se vuelve al comienzo.
Porque para que ese tanto gris, se llame gris,
debe existir al menos un mísero color vivo que lo resalte.
Porque para que la A se sienta A,
siempre tiene que haber una B escondida bajo la alfombra.
Almas nefélicas, quiebren su desesperante alienación,
ya que, en este ciclo endemoniado de sucesiones siempre interesadas,
somos los vivos los que, a fin de cuentas,
podemos torcer el curso de este barco hundido.
Pase y vea,
su fiel reflejo.