Los Cadetes de Linares nacieron en la pequeña ciudad de Linares, Nuevo León, México. Corría la década de los 60, cuando dos talentosos músicos, Homero Guerrero y Lupe Tijerina, se unieron para formar una de las agrupaciones más icónicas del género norteño. Su sello distintivo siempre ha sido la combinación de guitarra, acordeón y bajo sexto, que juntos crean un sonido contundente y profundo.
Apenas iniciada su carrera, los Cadetes de Linares comenzaron a ganar popularidad local con sus primeras grabaciones. Uno de sus primeros éxitos fue “Los Dos Amigos”, una canción que narraba historias de la vida cotidiana y costumbres de su tierra natal. El reflejo de la cultura norteña en sus letras y el carisma de sus intérpretes pronto los catapultaron a un estatus icónico en el norte del país.
El grupo se consolidó gracias a su enérgica combinación de instrumentos y voces adoloridas que eran capaces de hacer vibrar hasta el corazón más duro. Las cantinas, fiestas patronales y rodeos se convirtieron en los escenarios perfectos para sus presentaciones. Su música se caracterizaba por contar historias de amor, desamor, corridos y anécdotas de la vida real, logrando conectar profundamente con sus seguidores.
A medida que los Cadetes de Linares ganaban popularidad, su influencia se extendió más allá de las fronteras de México, llegando a Estados Unidos y otros países de habla hispana. Temas como “El Palomito” y “Las Tres Tumbas” se convirtieron en auténticos himnos
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Eleazar Del Fierro
1950, el mes de Agosto corría,
Ya murió Eleazar Del Fierro, lo mato la policía
Vinieron de Matamoros, a quererlo desarmar
Eleazar ya maliciaba, que lo querían matar
Eleazar ya había dicho, antes de hacerse la bola,
Primero me mataran, que quitarme mi pistola
Juan Osuna se llamaba, aquel que en tal mala hora
A balazos lo mato, con una ametralladora
Eleazar al verse herido, se rió de lo que habían echo
Cobardes así son hombres, habían de entra por derecho
Juan sabía que por derecho, no le podían hacer fuego
Porque Eleazar era un hombre, que no conocía el miedo
Después de la balacera, de aquella hora tan atroz
Ya su alma fue a descansar, con la justicia de Dios
Águila real que volaste, no te canses de volar,
Anda a avisar a “La Piedra”, que mataron a Eleazar