Los corridos mexicanos son una tradición musical que remonta sus raíces a finales del siglo XIX y principios del XX. A medida que las comunidades rurales de México enfrentaban diversos desafíos, narrar estos eventos a través de la música se convirtió en una forma crucial de documentar la realidad social, económica y política de la época.
En sus inicios, los corridos solían relatar las hazañas de figuras revolucionarias y bandidos, ofreciendo una mezcla única de heroísmo y tragedia. Las historias de personajes como Pancho Villa y Emiliano Zapata se difundieron gracias a estos relatos musicales, lo que ayudó a la población a identificarse con sus luchas y esperanzas.
La revolución mexicana marcó un punto de inflexión, colocando los corridos en el centro del folclore nacional. La métrica y estructura de estos relatos se consolidaron, convirtiéndose en un estilo distintivo. Durante este periodo, figuras como el compositor Víctor Cordero Ricaño comenzaron a ganar reconocimiento, ampliando el alcance y la calidad narrativa de los corridos.
A lo largo del siglo XX, los corridos no solo continuaron narrando eventos históricos, sino que también comenzaron a incluir
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Las cosas iban subiendo
Y van bajando otra vez
Y entre balas y cañones
Pasaba un mes y otro mes
Unas cosas existieron
Que alguno desbarató
Y otras que no se podían
Se pudieron de a montón
Y luego aquello acabó
Todos sabemos la historia
Nos la dijeron de chicos
Y alguno hasta lloró
Voy a cantar un gustito
Que vale la pura plata
Donde les doy la noticia
De la muerte de zapata
¡Adiós, montes del ajusco
Adiós, cerros del jilguero
Adiós, montañas y cuevas
Donde anduve de guerrero!
Me trataron con respeto
Todos mis soldados leales
Para ellos no había tormento
Adiós, firmes generales
Adiós, muy heroica cuautla
Adiós torres de morelos
Adiós las de tenepantla
Pues ya nunca nos veremos
Adiós los que me ayudaron
Los nueve años de batalla
En que nos vimos cubiertos
Por la terrible metralla
Adiós, mi señora madre
Adiós, todos mis chamacos
Adiós, todos mis amigos
Les encargo a mis muchachos
Muerto está ya el guerrillero
Que a ninguno respetó
Pues a madero y carranza
Bastante guerra les dio
Hoy de todos se despide
Con tristísima amargura
Y pide que no lo olviden
En su oscura sepultura