Los corridos mexicanos son una tradición musical que remonta sus raíces a finales del siglo XIX y principios del XX. A medida que las comunidades rurales de México enfrentaban diversos desafíos, narrar estos eventos a través de la música se convirtió en una forma crucial de documentar la realidad social, económica y política de la época.
En sus inicios, los corridos solían relatar las hazañas de figuras revolucionarias y bandidos, ofreciendo una mezcla única de heroísmo y tragedia. Las historias de personajes como Pancho Villa y Emiliano Zapata se difundieron gracias a estos relatos musicales, lo que ayudó a la población a identificarse con sus luchas y esperanzas.
La revolución mexicana marcó un punto de inflexión, colocando los corridos en el centro del folclore nacional. La métrica y estructura de estos relatos se consolidaron, convirtiéndose en un estilo distintivo. Durante este periodo, figuras como el compositor Víctor Cordero Ricaño comenzaron a ganar reconocimiento, ampliando el alcance y la calidad narrativa de los corridos.
A lo largo del siglo XX, los corridos no solo continuaron narrando eventos históricos, sino que también comenzaron a incluir
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En mil novecientos once
Antes de la navidad
El general Emiliano
Lanzó el plan libertador
Fue en la Villa de Ayala
Que el ejército del sur
Puso en letra y en papeles
Lo que en pólvora escribió
Porque Francisco I. Madero
Se guardó la libertad
Que con cañones y sangre
El pueblo se conquistó
No derramamos la sangre
Para entregarle el poder
Ni para que nos gobierne
Su mezquina voluntad
Por eso el jefe Zapata
Pronto lo desconoció
Porque la piel de la oveja
El lobo se la quitó
No queremos componendas
Con la gente del patrón
Nos vale más andar solos
Que con tanto recabrón
La palabra de Emiliano
Dice que ahora si nos den
Toda la tierra y el agua
Que usurpó tanto ladrón
Que vivan todos los pueblos
Con esta revolución
Y que mueran las haciendas
Los caciques y el patrón