Las viejas canciones infantiles han sido parte integral de la infancia de generaciones. Temas como "Aserrín Aserrán", "La Cucaracha" y "El Patio de Mi Casa" no solo sobreviven al paso del tiempo, sino que continúan encantando a niños y adultos por igual. Estas melodías, que han cruzado fronteras y siglos, poseen un magnetismo único gracias a sus letras simples y pegajosas, así como a sus ritmos fáciles de recordar.
Las canciones infantiles tradicionales suelen tener sus raíces en folclores locales, mitos y leyendas propias de diversas culturas. Por ejemplo, "Aserrín Aserrán" se cree que tuvo sus orígenes en España y se ha transmitido oralmente de generación en generación. Estas canciones entretenían a los niños al tiempo que enseñaban sencillas lecciones sobre la vida, los valores y la naturaleza.
"Aserrín Aserrán" es una canción que muchos años atrás se cantaba mientras se hacía el movimiento de sierra de madera. Es simple, alegre, y su melodía invita a corear. La letra, aunque repetitiva, tiene un efecto hipnótico en los pequeños, ayudándoles a desarrollar ritmos y coordinación a través de juegos con las manos.
Esta canción presenta una estructura más narrativa. "La Cucaracha" habla de una cucaracha que no puede caminar porque le falta una pata. La identidad de la cucaracha ha sido objeto de múltiples interpretaciones, ya que algunos creen que representa figuras históricas o situaciones políticas. Sin embargo, para los niños, es simplemente una canción divertida sobre una cucaracha peculiar.
"El
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Trombakir
Trombakir, pirata nero
ha la barba dipinta di mistero.
Vince tutti e stravince e quand'è stanco
ha i ferri che gli pendono dal fianco.
Nel forziere, colpiti da spavento
anche gli ori diventano d'argento.
Presi dalla paura, anche i diamanti
diventano carbone tutti quanti.
Son passati; molti anni e Trobmbakir
ha dovuto pian piano incanutir;
pian piano la sua barba (ch'era nera)
s'è scolorita in tragica maniera.
Il suo forziere, già tutto tarlato,
è un mucchio di carbone diventato:
l'arsenal della sua ferocità
giace impegnato al Monte di Pietà.
Due gentili uccellini (che portento!)
giocano colla sua barba d'argento
mentre i loro simpatici figlioli
invocan la scagliola ed i pignoli.
La vita fremebonda del pirata
s'è (non si sa perché) tranquillizzata:
una serie di placidi sbadigli
sostituisce le lotte ed i perigli.
Spegne un grazioso berrettin da notte
anche il ricordo delle dure lotte:
spegne gli altri ricordi (senza fretta)
una vecchia stanchissima civetta.